Gerry Garbulsky nos dijo hace poco en un taller… si aprendes algo enséñalo a otra persona antes de olvidarte como te sentías antes de aprenderlo.
Yo tomo esto para la historia de hoy ya que está tan fresca y es tan reciente que tengo un montón de sensaciones y revivo cada palabra que les voy a contar.
Decidí hacerlo así porque cuanto más reciente es todo, más detalles puedo darles.
¿A esta altura voy a cambiar? Recuerdo haberme hecho esta pregunta varias veces. La primera vez fue cuando estaba en 3 o 4 año de mi carrera. Al parecer por un ratito me animé a soltar el automático, mirar un poco para adentro y me di cuenta que lo que estaba estudiando no me entusiasmaba, no me hacía vibrar como otras cosas que había hecho y en mi vida.
De repente empecé a conectar con que eso era a lo que me iba a dedicar toda mi vida, y cuando intentaba visualizarlo, no me imaginaba ahí.
Esos pensamientos y casi al final de mi carrera, hacían que estudiar se volviera cuesta arriba y me quitaban la poca energía que me quedaba.
En ese mismo momento empecé a pensar que mis padres me estaban pagando una universidad hace 3 años, que yo ya había dedicado 3 años de mi vida a estudiar eso y automáticamente conecté con mi autoexigencia que me dijo… ¿a esta altura vas a cambiar? Con todo los que ya hiciste, con todo el esfuerzo de tus padres, ¿no vas a terminar lo que empezaste? ¿vas a dejar un objetivo abierto y sin cumplir?
Y así fue como mi juez interno tuvo más fuerza, calle la otra voz y puse toda mi fuerza de voluntad y recursos que tenía disponibles para recibirme de algo que no me convencía pero que ya había empezado y era lo suficientemente genérico como para conseguir un trabajo relativamente bien pago, en distintas áreas.
Mi mandato en ese momento era, tenés que estudiar algo que te de dinero y hoy me doy cuenta que no hubiera podido salir de eso porque no tenía alternativa, no tenía otras opciones en mente. Sabía que eso no me gustaba pero no tenía claro lo que sí me gustaba, quería y que justificara mi cambio.
Hoy veo que la falta de opciones o planes B, tanto cuando no me sentía cómoda con la carrera como cuando me pasó lo mismo con el trabajo, fue un tema recurrente y me doy cuenta que es porque no tenía conexión conmigo, porque no me escuchaba.
El elegir mi vida, decidir por mí libremente, no era una opción posible para mi mente en ese momento y por lo tanto, nunca puse foco en eso.
Seguramente se imaginan cómo siguió la historia. Título en un sobre en el placard, trabajos relacionados de alguna manera pero que no fueron exactamente la carrera que estudié.
La buena noticia y lo que siempre me permitió seguir adelante es que en cada lugar donde estuve logré rescatar cosas que me hacían vibrar y sentirme plena. Esos espacios cubrían mi necesidad de vínculos, de diversión, de aprendizaje, de logros, de viajes, de reconocimiento, de adrenalina, de investigación, de resolver problemas, de enseñar y dar servicio.
Y cuando digo esto me vienen las caras de todas esas personas increíbles con las que me crucé, de quienes aprendí muchísimo y con quienes me reí hasta las lágrimas. Los viajes que hicimos y los problemas que resolvimos confiando que juntos todo era posible.
En el medio llegaron mis hijos, que le dieron un propósito profundo a mi vida y durante un tiempo largo fueron mi único y mayor foco. Mi conexión fue más con ellos que conmigo y me dejé de hacer tantas preguntas porque ahora sí, ya no sólo era responsable por mí sino que toda decisión que tomara los afectaba a ellos y nuevamente la pregunta ¿A esta altura vas a cambiar? Tomaba más fuerza.
Pero al tiempo, nuevamente volvieron las preguntas, el malestar, la sensación de no conocerme, de estar incómoda y ahí es donde voy en búsqueda de paz, de silencio, de esas puertas de entrada a mi interior de las que les hable en el post anterior.
Todo eso me ayudó mucho para empezar a escucharme, a conectar con mi intuición y de repente las decisiones que empecé a tomar no solo pasaban por la cabeza sino también por el pecho. Aunque quizás les parezca loco. Hoy, cada vez que decido, la última palabra la tiene mi corazón y si por algún motivo lo ignoro porque mi mente dice lo contrario, lo siento, me siento rara y me duele.
Gracias a haberme dado esta posibilidad y aún no sintiéndome tan bien en mi trabajo porque sentía que no estaba pudiendo ser mi mejor versión ahí, empecé a tomar decisiones para mi vida, empecé a sentir que yo SI tenía la posibilidad y el derecho de elegir hacia donde llevar mi vida.
El problema ahora era… ¿que voy a hacer? Mi estudio, mis cursos, toda mi experiencia, todo lo que logré está acá. ¿A esta altura vas a cambiar? ¿Qué vas a hacer? ¿Vas a empezar de cero? No podés. No decidís por vos solamente. Ufffff no saben lo duro que fue todo ese proceso.
Hasta que llegó ese evento que me hizo replantearme toda mi vida… que me hizo tomar consciencia de nuestra finitud. De lo corto que es nuestro paso por esta vida. Eso que me hizo preguntarme… si te murieras hoy, estarías conforme con la vida que llevaste?
Mi papá, el hombre más fuerte y quien había sido mi pilar toda mi vida, de estar perfecto, un día se cayó y nunca más volvió a ser quien era. En 70 días se desvaneció su vida y yo fui testigo de eso. Fueron 70 días eternos de despedida y de preguntarme qué haría con mi vida.
Mi papá me amó tanto que partió para que vuelva a hacerme estas preguntas pero esta vez accionar, para que yo pueda abrir los ojos y construir la vida que realmente quiero.
El libro que me acompañó durante toda esa etapa, que fue clave para mí y por eso se los comparto fue “El libro tibetano de la vida y la muerte” . Se los recomiendo fuertemente.
Recuerdo volver a la oficina después de esos 70 días y decirle a mi líder, “yo nunca más voy a ser la misma”. Él amorosamente comprendió lo que le decía y me contuvo durante mucho tiempo hasta que lo despidieron. Y como ya les conté, fue otro golpe terrible que volvía a activar mi consciencia y todas mis preguntas.
Aún no sabía cómo resolver el tema de mi miedo a cambiar. Seguía sin tener idea a dónde quería ir, solo tenía idea de algunos intereses que empezaban a surgir y que sentía en el corazón.
Empiezo a hacer la carrera de coaching porque tenía registro de que “ver a las personas brillar, siendo su mejor versión” era algo que siempre me emocionó muchísimo.
A medida que pasaban los días, las preguntas que me hacía eran más potentes, la idea de que podía diseñar mi vida tomaba fuerza y un día googleando, me encuentro con un programa de líderes de cambio y pensé
“quizás esta sea mi oportunidad de hacer algo para que podamos tener empresas más humanas, empresas conscientes en donde se ponga a las personas en el centro, donde todos estemos felices de trabajar” y me embarqué en ese viaje.
Al principio dude que me aceptaran porque, en mi mente, yo era de “otro mundo”, colegio privado, universidad privada, el mundo corporativo, frío, distante. Mis propios prejuicios y mi mente me alejaban de eso que mi corazón quería. Y me animé!
No iba a volver a dejar pasar oportunidades.
Y contra todo mi pronóstico, ellos me aceptaron dándome un mensaje de aceptación e inclusión hermoso.
Me abrieron la puerta de entrada al mundo del emprendedurismo, de las organizaciones sociales, de las empresas de triple impacto, la teoría U, la innovación social, a conectar con mucha gente con propósitos más grandes que ellos mismos, de distintos lugares de Latinoamérica y España, con corazones puros, miradas brillantes y con quienes me sentí en casa desde el primer momento.
Después de eso, ¿se imaginarán lo encendida que estaba? Quería cambiar todo a mi alrededor. Empecé a hacer todas las movidas posibles para poder continuar en mi trabajo pero haciendo cambios en base a todo lo aprendido.
Quería encender el fuego emprendedor y la consciencia en mi ámbito laboral pero lamentablemente, no es algo tan fácil de lograr rápidamente y la rutina, los temas urgentes y el automático me ganaron.
Sin mi líder querido para apoyarme y con los temas urgentes por resolver, ya no había espacio para eso y yo ya no podía visualizar mi futuro ahí. Literalmente, cuando a pedido de RRHH hacia el ejercicio de imaginarme mi carrera en 5 años, no veía nada, puro vacío.
Debido a esto y todavía con miedo e inseguridades por perder lo que ya había construido y sin saber dónde ir, seguí conectada con todo ese mundo que me había gustado tanto, que era una referencia para mi. Traté de subirme a todas las propuestas que ellos creaban, utilizaba mis fines de semana y mis vacaciones para compartir actividades con ellos.
Empecé a seguir esas señales que me acercarían mucho más a ese mundo de ojos brillantes, y me permitirían ir cerrando la brecha, tender un puente entre mi yo actual y mi yo más auténtico
También abrí los ojos y empecé a aprovechar todas las oportunidades de la misma línea que me daba la empresa donde trabajaba y así fue como me conecte con el mundo de la agilidad, donde mágicamente empecé a escuchar conceptos como “la persona en el centro, conexión, conversaciones de valor, transparencia, colaboración” Y dije… esto es el paraíso. Alguien se animó a traer estos temas a la mesa y las organizaciones están escuchando!!! Qué felicidad!!!
Pero bueno, es un proceso largo de transformación y yo ya sentía que después de 12 años, el terreno corporativo y su intensidad ya no eran nutritivos para mí e iba a poder aportar más valor desde afuera.
Y es así como tomé la decisión de emprender. De lanzarme a este mundo lleno de incertidumbres pero de aprendizaje constante. Donde tengo muchas habilidades por desarrollar y muchas aventuras por vivir. No es fácil cambiar de un día para el otro tu rutina, por momentos vuelve el pensamiento de “que hice con mi carrera” ¿donde quedó todo eso? Y luego vuelvo a conectar con que todo eso está dentro mío y ahora puedo compartirlo con mucha más gente.
Que ahora soy consciente de que puedo diseñar y llevar mi vida para donde yo quiera.
Y este es el mensaje que quiero dejarles.
En base a mi experiencia, la conclusión que saco es que no importa si es en el ambiente corporativo, como empleados, como emprendedores. Nada es bueno o malo en sí mismo. Ni nada es permanente. No somos los mismos siempre y tenemos derecho a elegir y cambiar.
Es importante tomar consciencia que somos libres de elegir una vida más genuina, más conectada con nosotros y no que hay edad para eso. Es más creo, que el mayor aporte que podemos hacerle al mundo es vivir una vida genuina y poder entregar eso único que tenemos para dar en esta vida.
Y No es necesario “patear el tablero”, es más , no lo recomendaría, se puede hacer de manera tranquila, diseñarlo con cuidado amor y cuidado.
Al menos a mi empezar a soñarlo y accionar acercándome a ese mundo me trajo cambios increíbles y gracias a eso hoy puedo decirte… Yo soy dueña de mi vida. Y si, A ESTA ALTURA SE PUEDE CAMBIAR!
Gracias por llegar hasta acá
Estamos en contacto
Un gran abrazo
Romi
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